miércoles, 30 de mayo de 2018

FIN

El estallido ha ocurrido. Era inevitable. Este blog comenzó en dos mil trece. Por entonces vivía en Carabanchel. En toda la manzana había como unas seis iglesias cristianas de distinto signo. En el piso de enfrente organizaban misas, con el balcón abierto en pleno verano, Fugazi sonaba en mi ordenador luchando contra la voz de un pastor dominicano. Los domingos, en la salida del metro de Oporto, los niños repartían publicidad cristiana supervisados por un adulto. Había pandillas de creyentes con su propia equipación, como manadas de despedidas de soltero. Algunas veces al pasar a su lado les decía: el trabajo infantil es ilegal, Jesús es gay, Dios no existe, viva el Diablo. Yo pensaba que todo eso era una especie de venganza. ¿Quién sino era más cristiano que un buen español de antaño? Porque es cierto que pocos de estos nuevos cristianos eran españoles. En su mayoría eran latinoamericanos, de ahí la percepción de la venganza. Pero qué retorcida venganza. 

Un día en el mercado de Plaza Elíptica vi a un predicador subido en un cajón de madera. Con su Biblia en una mano y la otra en constante movimiento nos avisaba de los peligros de la sociedad moderna, de la mentira, la lujuria...y en último lugar de la furia de Dios. Esta imagen que había visto en diferentes películas yanquis durante años, ahora se había convertido en mi realidad de los jueves, que era cuando iba a comprar la verdura al mercado. Así que pensé en quemarle el púlpito a ese buen hombre anónimo. Quemárselo con mi palabra.

Estallido en el Silo ha sido un cuaderno de plegarias, de sermones, de rituales, gritos en contra de toda religión -espiritual o económica-, un libro de salmos procedente de la cueva de la noche de la creación. Palabras para aquellos que albergan un viejo mundo y desean uno nuevo. Para los que no temen a la sangre. Para los que realmente no necesitan palabras. Ahora, consciente de la desintegración de todo impulso, Estallido en el Silo ha llegado a su FIN




Para adquirir una recopilación de textos de Estallido en el Silo editada por Ediciones en Huida pincha aquí.



viernes, 9 de febrero de 2018

Me vi pálido escuchando los gorriones.

Quisiera acabar hoy mismo con la palidez de mi piel
con esa nieve desempleada de ahí fuera,
reclamo una tormenta solar antes que la hibernación
levantar antorchas antes que refugios, sus refugios.

De nuevo tengo el pelo casi tan largo como las representaciones de Jesucristo
y estoy cansado de leer poesía sobre los pájaros que habitan los estómagos
cuando ahí fuera los buitres nos esperan
pero las editoriales son actores con su propia agenda espectáculo,
quizás por esto mi pelo sea más canoso que el de las representaciones de Jesucristo;

siento no tener referentes femeninos
sobre todo lo que sea que sea eso que tiene la Duras con el amor
quizás hoy en día sea una obligación pedir disculpas
pero la lista sería tan larga que entre delitos morales y judiciales no acabaría esta cosa
en la que miento y me veo intrincado
porque McCullers sí que significa algo para mí
más que Hemingway o Faulkner
-ya que me obligan a justificarme-
sólo que hoy no dormí lo suficiente
y estoy cansado del invierno
y de verme pálido, desempleado
cuando podría haber sido un funcionario bronceado
de los que se permiten el lujo de las lecciones,

pero queda el consuelo de que aún no tengo la edad de Pavese
y que las tijeras siempre están en el cajón
que el mar aunque crezca de nivel no se moverá de sitio
para recibirnos en el largo verano que viene por delante
a los pobres que se encontraron con las puertas del silo abiertas
porque dentro ya no quedaba nada
la nada que no quisisteis defender preocupados en vuestros asuntos que os daban de comer
gorriones comiendo del mismo estómago burgués al que no os atrevíais golpear
satisfechos con sus migajas y sus versos.