domingo, 28 de agosto de 2016

Una mañana


Una mañana miré al Sol directamente. Mis ojos se cegaron. Una costra dura e ingrata cubrió mis ojos. Durante algunos años este fue mi rostro. Un rostro duro e inerte. Una mañana miré al Sol directamente. La costra de mis ojos se deshizo. Y ya no estaba enfermo de dialéctica. Y ya no estaba enfermo de fonética. Habitaba en el silencioso vacío de la nada, la nada llena de comienzo y fin. Con mi cuerpo recitando pausa. Mis ojos se abrieron para sonreír sólo a los animales que sabían que lo eran. Para no mirar la no vida. Del enfermo vivo. Del enfermo muerto. Mis ojos se abrieron y os vieron. Caminar entre vosotros, rodeados. Y ahora miro al Sol directamente. Destruyéndome. Alimentándome. Directamente.  












No hay comentarios:

Publicar un comentario