miércoles, 16 de julio de 2014

El genocidio sionista.


Todos sabemos qué ocurre en Palestina. Todos los Estados. Todas las organizaciones. Todas las televisiones. Todos los políticos. Todos. Al igual que todos sabemos qué les pasó a los judíos en Alemania. Es una pregunta recurrente sobre el tema. ¿Cómo son capaces de hacer algo así después de lo que les hicieron a ellos? Es una especia de karma a la inversa. Ahora el Estado de Israel tiene los bolsillos llenos de fósforo blanco. Y lo desperdiga sobre Gaza como si Gaza fuera una gran cámara de gas. Que Israel sea capaz de hacer lo que lleva haciendo décadas en Palestina es como un español exterminando a un americano. Después de matar sus cuerpos y sus mentes, matar su ciencia, matar sus dioses para darles este estúpido Dios, que no es más inteligente que ningún otro, sino igual de estúpido, con hijo o sin hijo, igual de estúpido e irreal que Alá; ¿cómo podemos si quiera pensar en asesinar de ninguna manera a un solo americano? En este caso existe una especie de karma controlado con algunas excepciones de añejo prado castellano. Pero el de Israel, este karma descontrolado invertido. Es como si realmente los Nazis hubieran gaseado a los sionistas con sus propias células. Muchos murieron, otros han generado un pueblo judío genocida a través de su ADN. O quizás, este genocidio sionista no es más que la consecuencia dentro del sistema globalizado actual de la consecuente evolución de esa fama histórica de comerciantes sin escrúpulos. Y Palestina tiene que ser su templo de oro. Sin importarle los huesos y la sangre.  




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