El estallido ha ocurrido. Era
inevitable. Este blog comenzó en dos mil trece. Por entonces vivía en
Carabanchel. En toda la manzana había como unas seis iglesias cristianas de
distinto signo. En el piso de enfrente organizaban misas, con el balcón abierto
en pleno verano, Fugazi sonaba en mi ordenador luchando contra la voz de un
pastor dominicano. Los domingos, en la salida del metro de Oporto, los niños
repartían publicidad cristiana supervisados por un adulto. Había pandillas de
creyentes con su propia equipación, como manadas de despedidas de soltero.
Algunas veces al pasar a su lado les decía: el trabajo infantil es ilegal,
Jesús es gay, Dios no existe, viva el Diablo. Yo pensaba que todo eso era una
especie de venganza. ¿Quién sino era más cristiano que un buen español de
antaño? Porque es cierto que pocos de estos nuevos cristianos eran españoles.
En su mayoría eran latinoamericanos, de ahí la percepción de la venganza. Pero
qué retorcida venganza.
Un día en el mercado de Plaza
Elíptica vi a un predicador subido en un cajón de madera. Con su Biblia en una
mano y la otra en constante movimiento nos avisaba de los peligros de la
sociedad moderna, de la mentira, la lujuria...y en último lugar de la furia de
Dios. Esta imagen que había visto en diferentes películas yanquis durante años,
ahora se había convertido en mi realidad de los jueves, que era cuando iba a
comprar la verdura al mercado. Así que pensé en quemarle el púlpito a ese buen
hombre anónimo. Quemárselo con mi palabra.
Estallido en el Silo ha sido un
cuaderno de plegarias, de sermones, de rituales, gritos en contra de toda
religión -espiritual o económica-, un libro de salmos procedente de la cueva de
la noche de la creación. Palabras para aquellos que albergan un viejo mundo y
desean uno nuevo. Para los que no temen a la sangre. Para los que realmente no
necesitan palabras. Ahora, consciente de la desintegración de todo impulso,
Estallido en el Silo ha llegado a su FIN.
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