Abrí
las puertas y los dejé pasar para cerrarlas de nuevo tras ellos. No
confesaré si fueron elegidos por la razón o el azar, qué más da.
Estaban allí encerrados. Habían sido engañados por una vez en sus
vidas por alguien que no pertenecía a su clase. Todos buscaban el
tesoro. El reclamo que los había unido como falsos hermanos. Y mi
venganza cansada los miraba desde las puertas. Una muerte satisfecha
se posaba en mis hombros. ¿Olería como ellos entre las llamas?
¿Cómo nos distinguirían entre las cenizas? El aire quizás soplaba
fuera pero entre las rendijas no sentía nada.
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