La obesidad mental
bloquea cualquier aliento de movimiento, de acción. Anula los
sentidos y la capacidad sensorial de estos en pro del principio del
miedo por el que están atrapados y escondidos tras el personaje
alimentario en el que te ha convertido. Consumidor de las entrañas
contra las que te eriges y con las que sacias tus complejos y tu
ansia bajo tu tejido mental y carnal. Ensanchando tu miedo y el
polvo pegajoso que recorre tu cuerpo y todo lo que tocas. Ese polvo
grasiento de injurias y escarnios, representación de tu apetito
voraz por ser, de tu apetito insaciable de, de la representación de
una disonancia mórbida y voraz que recrea una y otra vez su propio
menú, cambiando de comensales según tu rancio mecanismo mental
acepta o rechaza las reservas de los individuos conscientes del
cólico profundo en el que te ha sumido tu obesidad mental.
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