La muerta boca arriba. Maquillada en la
funeraria. Con su sombra negra y su purpurina, a petición de los más
allegados. No ha sido en una cocina. No ha sido en la mar. Sólo se
ha ido a otra parte. Con sus halagos y sus complejos. Con su amor y
su mentira. Con sus pasos de baile y vómito.
Al mundo donde los
muertos son pájaros. Cantores pero cobardes ante los huesos rotos de
su pecho, cubierto de plumas destinadas a caerse y volver a nacer;
cada vez más oscuras.
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