La primera vez nací
como todos, lleno de sangre y placenta. La segunda lleno de mierda.
Aquella vez que me cagué encima en un tren de cercanías. Y no había
ninguna pila cerca. Tuve que esperar hasta llegar a casa para meterme
en mi ducha, y lavarme con mi propia mano. La mierda me llegó hasta
las uñas de los pies y tuve que frotar con fuerza mis muslos,
pegados uno contra el otro. Y después del lloro y el miedo, estaba
limpio.
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