Soñé con la plenitud. Con la plenitud de la muerte. En un gran
plano vacío. Sólo había luz. Una luz que se cortaba a unos 12
fotogramas por segundo. Y mis extremidades se insertaban en ella
repasando al detalle heridas y callos de los roces vividos. Y el
vacío se hizo sonido. Un sonido tenue de corazón sincronizado con
los cortes; de los fotogramas, de mi cuerpo muerto y pleno.
Poema publicado en Anónimos 2.3. 2015
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