Yo sonrío, frente a
esa plaga de cristianos que me visitan a las 4 de la tarde como si
olieran mi no café intentando instruirme sobre el significado de la
vida mientras les sonrío y los veo quemados por el Sol como un
rebaño de ovejas enfermas frente al horno de la incineradora
testigos de su propia desgracia sus míseras almas alabando sus
pobres maneras de agasajos y alhajas robadas como si sus rodillas
estuvieran encalladas ante el misterio que no vislumbrarán en toda
su corta vida de profetas de puertas cerradas y camas de oro y muerte
no transfusionadas sino
ridículamente maquilladas como si Dios su Dios se dejara encantar
por un carmín que quiere decir recatada pero entregada a una causa
superior por la cual moriría entre manos extrañas y lamentos
profanos de salvajes que dicen ver la luz la verdadera palabra y obra
del creador que se esconde entre los llantos de los nacidos y el
quejío de los muertos
a los cuáles yo sonrío y ante los cuáles me arrodillo como hijo
del Sol.
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