Es
necesario morir como el Ángel nos anunció bajo el cielo nublado.
Morir una y otra vez. Y no sólo necesario. Sino inevitable. Algunos
quedaréis bocabajo sin volver a levantaros, cierto. Pero no os
preocupéis porque nadie os echará de menos. Si no os levantáis
será porque ya no sois nada desde hace mucho y la muerte definitiva
es lo mejor que os puede pasar. Ninguno nos salvaremos de la muerte.
Y así os lo deseo. Y así llegará. Desde la profundidad oculta del
centro magnético de la Tierra. Donde habitan los espectadores
verdugos y salvadores de nuestra existencia. ¡Moriros, moriros,
moriros, moriros, moriros, moriros, moriros! Una y otra vez una y
otra vez una y otra vez. Y observar fuera del deslumbramiento la
alineación de la nueva era. El alumbramiento sobre la pobreza
conocida. La energía sobre nuestros nuevos cuerpos muertos. De la
muerte y el nacimiento del cosmos. La desolación de aquellos
desesperados ante la muerte que no podréis evitar con vuestra
alienación agonizante. Moriros. Dejad vuestros cuerpos pudrid bajo el olor del geranio.
Moriros. Unos encima de otros. En una montaña de muerte donde el
alud de la vida elija qué merece ser alimentado. Donde sólo
aquéllos que reconozcan la muerte serán capaces de aceptar el
alimento. Sólo ellos. En la tierra muerta donde el brote nace una y
otra vez una y otra vez una y otra vez. Sobre la muerte.
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