No creáis que mi aliento se convertirá
en mero vaho. Que este largo invierno oscuro será iluminado por el
fuego. Con un ejército pagano de vodkamen muertos al frente, dispuestos a arder antes de emprender el
último viaje navegando por las frías aguas donde la carne varaba.
Un ejercito comandado sin hombres. Sólo almas huesudas de espadas y
esputo. Esclavos. Desfilando contra aquellos que cortaron nuestra
calefacción, que nos dieron de beber la mentira y su orín. Aquellos
que arrodillaremos como águilas de sangre y abriremos en sacrificio de
destrucción. Mostrando sus cancerígenos órganos como prueba de su
final. Porque la redención no los ocupará. El nacimiento de la
primavera no será mirado por sus ojos. En el deshielo de sangre sólo
habrá sitio para nuestras gargantas cerradas. Que se abrirán en un
grito sediento.
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